Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

viernes, diciembre 31, 2004

Todos los días del año recuerdo a mi amá, no sólo el día que murió: el 30 de diciembre de 1992. Eso de todos los días es ineludible, ya sea cuando cocino algo, cuando estoy con los nenes o sin más ni más, me acuerdo de alguna u otra cosa que tenía que ver con ella. Si viviera quizá ya la habría atormentado con preguntas o mas bien, la tenía harta de cuestionamientos, de dudas, de búsqueda de explicaciones que nunca salieron del hoyo negro. Es mejor así, ni aclaradas las dudas, libre de atolladeros, un pájaro en vuelo, una estrella en el cielo. Eso es ella.

Mi amá vive, como todos los muertos, en la mente de quienes los recordamos y quizá la muerte verdadera llega, cuando se olvida o mueren los que recordaban al fallecido. La muerte es así, mal de la tierra, defecto del universo, el mayor misterio o la vida misma.

Sobre el post anterior, quiero decir que lo dejé a medias, pero ya lo terminaré en otra ocasión, porque de qué sirve mencionar que somos tantos de tantos, si no se dice pa'que o qué de qué.

Descanse en paz, Norma González Navarro.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos por el maremoto en Asia.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos en batalla por el cáncer.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos por violencia física y moral.
Así sea.

viernes, diciembre 10, 2004

La población de México, que en 1521 era de alrededor de diez millones de personas, para 1800 se redujo a menos de seis millones, no obstante en 1900 ya había más de trece y para el año 2000 ya casi alcanzamos los cien millones. Estos cambios drásticos hablan del crecimiento acelerado en México, al menos en el siglo XX.

viernes, diciembre 03, 2004

"Así debe de ser", dijo la tía ante la mirada incrédula de la sobrina que entendió que estaba dicho todo. Estaba más que dicho, era más que una afirmación creída y sostenida. Era un acto de fe.
La sobrina entendió entonces el poder de convencimiento de la iglesia. Cuando llega el momento de elegir, de escoger, de tu "libre albedrío", entonces se es o no se es. Ese es el momento de la verdad. Esa es la verdad. Dios existe y ya, no hay más que decir.

Como esta primera afirmación, escuché a otra persona que asistió a una conferencia impartida por un sacerdote, ella madre de familia y con hijos en una escuela reconocida, donde se justificaba por ejemplo, la intromisión de la cultura de los conquistadores en el continente americano, de cómo "todo ya estaba ahí", la resurrección, la vida después de la muerte, donde los misioneros sólo le cambiaron de nombre. Eso no es lo más representativo, sino que esta persona lo creía al pié de la letra y me contaba que eso lo debíamos saber todos, para entender el catolicismo en México...

No se si se trate de que todos necesitamos creer en algo, aferrarse a alguien o a algo, dícese dios, persona, ideología o puro miedo a la nada o a nuestra interna y más pura soledad, que se mantiene a lo largo de los siglos la tradición de creer. Pero tengo la impresión, de que se convierte en algo inconcebible, cuando ese algo en el que se cree, no se cuestiona, al menos, una vez en la vida.