Han de saber, que tengo una fobia a las alturas en un grado supongo que alto. Creo que cada vez es menor, digo, desde que supe que lo tenía, he trabajado en ello. Me di cuenta poco después de la muerte de mi mamá, es decir, no nació conmigo ni lo tuve desde chiquita, sino después de los veinte años más o menos. El caso es que una vez, una psicóloga me comentó que en diez "patadas", osea en diez sesiones más o menos, me quitaba dicha fobia. Pero la verdad, como la chica no me inspiraba confianza, le agradecí amablemente la invitación a la terapia y pensé que no le iba a servir de conejillo de indias a la recién egresada de la carrera.
Este fin de semana tuve la oportunidad de visitar el centro universitario La Ciénega, que se encuentra en Ocotlán, Jalisco, a una hora más o menos al sur de la ciudad de Guadalajara. En dicho centro me impactó la biblioteca, una de primer mundo con techos altos, estructura de lámina, grandes ventanales y pasillos con rejillas, también con pasamanos tubulares con tres cables que los seguían paralelamente, lo cual permite la entrada visual de los fondos, así como los pasillos y puentes eran estrechos lo que también tiene este efecto.
Para mí, estar ahí el primer día, que fue donde se llevó a cabo el evento al que asistí, fue un verdadero suplicio. El auditorio está en el tercer piso, donde fue la inauguración. De forma inicial busqué las escaleras más oscuras y donde se permitía el menor grado de entrada visual de los fondos, así también que la llegada al auditorio no fuera a través de puentes. Había como dos o tres escaleras y una rampa con un gran ventanal, pero para cruzar al salón, se encontraba un estrecho puente. Otro punto importante fue la búsqueda de baños en los que no tuviera que pasar por puentes, así que bajaba tres pisos cada vez que se me ocurría visitarlos.
Al tercer día del evento, ya me fue más familiar el subir y bajar, pero por supuesto, sólo crucé una vez un puente y no me animé a ir por la rampa ni por las otras escaleras donde parece que vas subiendo al cielo. Quedar petrificada en una pared o en las escaleras iba a ser muy bochornoso para mí. Sentir que el suelo me atrae y que el corazón, las tripas y no se que cosas en el abdomen se contraen, así como la piel erizada y la sensación indescriptible del miedo, son terribles y constituyen un gran impedimento en una vida normal. Es ser una discapacitada.
Aquí unas fotos de la biblioteca mediateca de Ocotlán:

