Pensé que la incertidumbre ya se había ido, aunque la vida goza de cualquier forma de nuevos horizontes y comienzos. Siempre gozo, por ejemplo, ver reír a mis hijes, estar con ellos y escucharlos. Ver cómo crecen. Creo también que volví a nacer después de terminar el doctorado porque ahora el nivel de sensaciones es más alto. Mientras estuve envuelta en la vorágine del posgrado solo pensaba en que tenía que terminarlo. Solo sobrevivía. Pensar en otros temas me restaba energía y solo guardaba una capa adicional para mis hijes. No obstante, la vida de repente (después del posgrado insisto) se ha presentado como un mar desbocado que te apabulla con las olas gigantes y estruendosas. Te despierta. En ese nivel donde la latencia se hace realidad. Pero es tan fuerte el golpe que se siente como si se estuviera adentro de la ola y que gira y gira y no se termina de salir de ella... No sabes si la marea te arrastra al fondo o hacia la orilla... Solo intentas nadar y salir a ese despertar tan ensordecedor. Es entonces, en esta búsqueda y despertar, cuando me di cuenta que no estaba en la orilla sino en el fondo. En mar abierto. Y el nado de regreso ha sido extenuante. Porque las sensaciones dije, son más agudas ahora. Porque todo lo que sucede a mi alrededor está relacionado a mi toma de decisiones. Y lo racional y lo emocional no siempre van de la mano...
Intento no sabotearme. De verdad lo intento. Pero en los momentos en que creo que he alcanzado cierto bienestar y felicidad, surge algo que me recuerda que hay una constante: la incertidumbre. Que en el despertar con sensaciones a potencia alta, debo todavía ser más cautelosa y cuidadora de mí. De toda yo. De mis decisiones. Para no volver a caer en las estruendosas olas y volver a girar y quedar muy lejos de la orilla. Y volver a nadar, quizá a una distancia mayor. Cuando ha sido así, ni modo. Tomo aire y empiezo el nado de regreso. Sola. Porque como todos, estoy sola, nací sola y moriré sola. Sin acompañamientos. Es la vida. Es la efímera vida con sus distintos comienzos y despertares. Pero aún así, disfrutar de la vida, con todo e incertidumbre, es lo que queda. No creo que cambie...
De cualquier manera, en todos los estadíos de mi vida. He visto que después de todo el amor hacia mis hijos me ha movido. Es lo que siento más certero. Y es a quienes les debo buscar soluciones para la sobrevivencia...
Intento no sabotearme. De verdad lo intento. Pero en los momentos en que creo que he alcanzado cierto bienestar y felicidad, surge algo que me recuerda que hay una constante: la incertidumbre. Que en el despertar con sensaciones a potencia alta, debo todavía ser más cautelosa y cuidadora de mí. De toda yo. De mis decisiones. Para no volver a caer en las estruendosas olas y volver a girar y quedar muy lejos de la orilla. Y volver a nadar, quizá a una distancia mayor. Cuando ha sido así, ni modo. Tomo aire y empiezo el nado de regreso. Sola. Porque como todos, estoy sola, nací sola y moriré sola. Sin acompañamientos. Es la vida. Es la efímera vida con sus distintos comienzos y despertares. Pero aún así, disfrutar de la vida, con todo e incertidumbre, es lo que queda. No creo que cambie...
De cualquier manera, en todos los estadíos de mi vida. He visto que después de todo el amor hacia mis hijos me ha movido. Es lo que siento más certero. Y es a quienes les debo buscar soluciones para la sobrevivencia...