Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

jueves, diciembre 18, 2003

Terminar por lo menos un trabajo da cierto alivio. Todavía me quedan tres, que no he empezado siquiera. El primero me ha dejado exhausta, no sólo a mí, sino a todos mis compañeros, aunque todos ya corrieron a sus lugares de origen a pasar la navidad. María y yo teníamos semanas y semanas tratando de "proyectar la población". Una desventaja de los que provenimos de áreas sociales, es que trabajamos el doble de los que pertenecen a áreas relacionadas al menos con la estadística. En fin, me estoy saliendo del tema. Lo que quería decir es que por fin expusimos el trabajo después de desvelada tras desvelada. De estas últimas quiero hablar. De hecho, de la última desvelada: el domingo con el frío que hacía nos fuimos a la escuela después del mediodía para tratar de terminar el trabajo, duramos horas y horas y nada, que no acabamos. Era como la 1 de la mañana y ya me dormía frente a la computadora. Me acosté en unas sillas que estaban ahí y me sentí como homless en una banca de parque. Estaba frío el lugar. A la hora desperté asustada. Hay cuentos y cuentos de hombres sin cabeza, de personas vagando por ahi, de gente que se oye y aparece, pero traté de no pensar en nada. Me levanté y le dije a María mi compañera que si no acabábamos a las 3 de la mañana, empezaríamos a hacer la presentación en power point, aun sin haber acabado el trabajo escrito. Llegamos a las 3 de la mañana y nada, entonces me dijo María, pues a empezar la exposición. Sí, respondí y sale, que la terminamos como a las 5. Yo me tenía que regresar a mi casa a esa hora para alcanzar a llevar a mi hija a la escuela. Recogimos nuestras cosas y nos fuimos María y yo, ella enferma con un gripón. La gripa en esta temporada ha sido implacable. La llevé a su casa en Playas y de regreso, arranqué el carro como rayo veloz y sin tráfico por la calle pues me dí el lujo (en realidad ni los vi) de pasarme unos altos de disco y ya iba yo hacia mi casa volando, cuando de pronto veo atrás unas luces de código policiaco. Era una ram changer de la policía municipal que me hizo la seña de pararme a un lado. Yo obedecí y pensé, aquí ya me chingó este buey, ni dinero traigo para darle mordida. El caso es que yo le ví la placota de policía y me dijo que me había pasado dos altos de disco y andaba a exceso de velocidad. Yo argumenté que soy mujer y que soy más vulnerable de ser asaltada o que se yo, que se daban esos casos en los altos y pues que le di fuerte al acelerador por miedo, que venía de la escuela sin dormir después de hacer mucha tarea. El fulano, caminando erguido, me contestó que y qué con eso, que él también tenía ganas de irse a dormir con "su mujer" y que me iba a tener que quitar el carro. Yo al principio, le había preguntado que por qué me infraccionaba si él era policía no tránsito, pero claro, a ellos cómo osas decirles algo así, pues me contestó que en definitiva, me podía infraccionar y además que me quitaría el carro. Entonces le respondí que me infraccionara pero que no se llevara el carro, que lo ocupaba muchísimo por mis hijos y que por favor no me lo quitara. Vi de reojo que el fulano se sonrió. El muy desgraciado o quería dinero o quería asustarme para alimentar su ego y su prepotencia. El caso es que pues ya que terminó de levantar la infracción, me dio la hojita me dijo que me fuera y que la pagara durante los treinta días del corriente mes. Yo, muy decepcionada, agarré la pinche hojita, pensé en la bequita que me da el conacyt y en que esa infracción era mi pinche regalo adelantado de navidad.

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