Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

lunes, agosto 10, 2009

-No gracias, dije yo al ver las rosas rojas y rosas en la ventana de mi carro en un crucero del boulevard Insurgentes. El señor insistió diciendo: ándele, una flor para otra flor. Sonreí de oreja a oreja (como suelo hacerlo) y le respondí que no gracias, no iba a comprarlas. El señor después de haberse ruborizado por su piropo inclinó un poco la cabeza y se alejó. Será que me encantan las rosas y ven mi cara como queriéndolas, pero no puedo estar comprándolas siempre. Su ardid para vender si bien no funcionó sí me levantó el ánimo, me sorprendí muy contenta.

3 comentarios:

Mario Alberto Magaña Mancillas dijo...

Pues los pequeños detalles son los que hacen a la vida llevadera, como cuando el año pasado me dijeron joven en un restaurante o este julio cuando me hospedé en el Hotel Imperial cual diva de los años cuarenta, y si también me dijeron joven, pero sobre todo cuando bajaba la gran escalera de la entrada... Sonrío de acordarme y si valen la pena cada una de esas anecdotas...

northwo dijo...

Ah Mario, es que estás joven!! sí tienes razón todos son pequeños momentos que pasan a veces desapercibidos pero tienen un efecto en las personas. Creo que deberíamos a veces valorarlos más y aunque parece que no lo necesitemos, ahí están en cierto preciso momento que tocan algunos hilos que mejoran aspectos o detonan cosas que nos hacen cambiar. En fin, te esperamos el sábado!!

Ariadna dijo...

Eaaaaa!!! Esta es una buena anécdota.

Saludossss