Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

sábado, abril 17, 2010

Historia de bichos

Platicando con mis hijos (nótese que no es recomendable iniciar con gerundios pero ni modo) acerca de cosas asquerosas con las que uno juega cuando se es niño o niña; se reían de mi cuando les conté sobre mi incursión en la caza de moscas. Pues resulta que cuando vivía en Guadalajara tenía como alrededor de 9 o 10 años y había unos juguetitos en forma de animales, que se usaban de adorno y que tenían formas ovaladas o redondas. Dichos animalitos estaban ahuecados y les salían unas manitas o patitas y la cabecita que estaban sueltecitas y que con el aire se les movían. Estoy segura de que nos dijeron en donde las vendían que se les metían insectos en el hueco para que las movieran. Entonces yo duraba en la ventana por largo tiempo en silencio y sin moverme, hasta que se posaba y se quedaba quieta una mosca, que agarraba con la mano y la metía al hueco de los juguetitos. La mosca hacía que se movieran las extremidades de los animalitos y cuando ya estaba falta de oxígeno se moría, por lo que yo volvía a repetir la operación de ir a la ventana. Les comenté que era todo un arte el agarrar a las moscas vivas.
Mis hijos se quedaron con cara de asco y se burlaban de mí, que cómo yo podía hacer semejante cosa, ya de por sí tomar una mosca con la mano era aberrante como meterla al huequito hasta que se muriera, sólo para diversión. Ahora que lo pienso pues sí, era desagradable e inhumano, pero no tanto como algo que hacía mi amiga la Beka, que me contó que cuando era chica, de quien sabe cuántos años, agarraba las lombrices, la verdad no recuerdo si dijo eran las que le salían de la panza o las de la tierra. El caso es que las agarraba, las destripaba, las lavaba en el lavadero hasta que sólo quedaba la piel y las colgaba en el tendedero. ¡Guácala! Mis hijos se morían de la risa y hacían caras de desaprobación.
La Normita luego empezó a contar que cuando era pequeña (ahora tiene 12 años, pero más antes quiso decir), como de cuatro años, según, una vez hizo un entierro de hormigas. Ya que una vez estaba jugando al Bebeleche y se dio cuenta de que había pisado varias hormigas, entonces las barrió con la escoba y las llevó a un huequito que hizo en la tierra del patio de la casa, las metió y las tapó. Luego les deseó buen viaje al más allá y las dejó partir. Isaac y yo nos reímos de su historia. Entonces Isaac me preguntó que qué había hecho él. Le contesté que asquerosamente comía tierra de bebé y que una vez había tomado una tijerilla en sus manos que aventó lejos. Creo que nadie le ganamos a la Beka, pero sí veo que han cambiado las perspectivas de la niñez entre el paso del tiempo y la desruralización de las ciudades en estas últimas décadas.

3 comentarios:

The L. dijo...

uy Norma, eso no es nada. Cuando yo era niña jugue mucho con insectos, lo que recordaba hace poco con una amiga, recolectabamos caracoles, yo tenía el record con 16, en frasco juntamabamos catarinitas, luego las liberabamos. Pero cosas de asco, mi hermana Nidya y una amiga, Sheila, juntaban lombrícez y se las ponían en la casa para que se movieran y sentir lo "fresco de su piel" yo nunca lo hice, sólo deje que me caminaran cochinitos, o cochinillas, porque se sentía chistoso las patitas....
que tiempos!

Ariadna dijo...

ay pues que niñas tan sucias fueron. Yo jamás hice nada de eso, siempre fui muy limpia. Nomás aplastaba cucarachas porque me daban asco, pero antes del asesinato me cubría los oídos parano escuchar el crunch (eso me daba más asco).

northwo dijo...

uuuyyyy la araña, tan aguerrida... a mi siempre me dieron mucho asco las cucarachas, pero he sabido de algunos niños que se las llegaron a comer... Lo de las patitas, sí, también llegué a agarrar catarinas y que me caminaran por los brazos, pero no lombrices. También una vez me picó una hormiga y me dolió mucho, jajaja, lloré tanto... pero era de esas rojas con cola negra, de las grandes. Abejas ni verlas, y conocí una niña que agarraba los mayates, pero a mí se me hacían muy grandotes.