Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

jueves, febrero 19, 2004

el café

El café no es un afrodisiaco, ni bueno para la salud, ni es considerado una bebida embriagante. Pero no se que haría sin una deliciosa taza de café por la mañana durante el desayuno y por la tarde después de comer. La sensación del sabor en la boca y de su olor, simplemente me transportan al paraíso alucinado de un oasis en el desierto, bajo las palmeras ondeantes ante la brisa suave que recorre el cuerpo y refresca el alma.
Hay de cafés a cafés. Cuando te acostumbras a un sabor fuerte, lo prefieres de esa manera, asimismo con uno suave, con leche o sin leche, con azúcar o sin ella. El color también influye, depende de su apariencia, junto con el olor pueden producir efectos en el gusto. La procedencia es un determinante. Aunque mas bien es un efecto bajo el prejucio de conocer de dónde es. Los prefiero nacionales: el oaxaqueño (a granel, riquísimo) o el chiapaneco. Aunque el colombiano no es nada despreciable. Ya si no hay más, me conformo con El Marino o Folgers. Lo acepto, me he convertido en una cafédependiente.

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