Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

jueves, febrero 05, 2004

La Márilyn se quedó muy triste porque el Gregorio no pudo venir a verla. Ella tenía la esperanza de que le cayera de sorpresa, pero nada. Ella sintió bien gacho, le dijo al Gregorio. Él le habló por teléfono para decirle que el dinero no le alcanzaba, que si ella tenía, le prestara, pero ella no tenía dinero. -Huummm, bueno, ni modo, contestó cabizbaja la Márilyn, quien no pudo dejar de escapar algunas lágrimas del que el Gregorio, ni siquiera podría imaginar le causaría. La Márilyn imaginó que el Gregorio no tenía ganas de regresar o que quizá no le echó ganas para el ahorro del boleto o que deambulaba por ahí otra persona con quien el Gregorio, podría estar muy entretenido. Ella prefirió mejor no pensar nada. En su trabajo le habían anunciado que sería la trabajadora de la semana y que por esa razón le darían una lanita extra. Ella estaba muy contenta por ello. Además, la habían felicitado porque su labor había sido realizada con esmero y estaba "bien hecha", según palabras del supervisor. La Márilyn, por lo tanto, sin poner en duda el amor que sentía por el Gregorio, prefirió canalizar sus esfuerzos en el trabajo y que el Gregorio hiciera lo que quisiera, al final era decisión de él venir o no a verla, regresar o quedarse.

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