Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

viernes, enero 16, 2004

-De perdida me hubieras llamado cuando llegaste, pa'saber que estas bien.
Eso reclamó la Márilyn cuando por fin después de no se sabe cuantos días, le llamó por teléfono el Gregorio, su marido. El Gregorio se fue al norte cuando vieron que ya no la hacían, a pesar de ya haberse venido a Tijuana a trabajar en las maquiladoras desde hace un año. Pero se le presentó la oportunidad al Gregorio y decidió irse a probar suerte a Carolina del Norte, donde dicen, hay mucho trabajo. La Márilyn aceptó a regañadientes, ella no quería quedarse sola, pensaba que podían juntar un poquito y empezar un negocio, aunque fuera chiquito, cavilaba. Sin embargo, el Gregorio era muy terco y se fue y la dejó.
-Me llamas cuando llegues
Sugirió la Márilyn. Sabía que tenía que decirlo suavemente, como sugerencia, que no sintiera la mínima sensación de ser controlado. El Gregorio habló ya que había conseguido trabajo, en una fábrica. La Márilyn pensó que había pasado algo malo, pero no, se dijo, si hubiera pasado algo ya lo sabría, las malas noticias son las primeras que corren. Decidió esperar, esperar. Pasaron los días, hasta que por fin llamó. Sólo aseveró:
-De perdida me hubieras llamado cuando llegaste, pa'saber que estas bien.

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