Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

viernes, diciembre 03, 2004

"Así debe de ser", dijo la tía ante la mirada incrédula de la sobrina que entendió que estaba dicho todo. Estaba más que dicho, era más que una afirmación creída y sostenida. Era un acto de fe.
La sobrina entendió entonces el poder de convencimiento de la iglesia. Cuando llega el momento de elegir, de escoger, de tu "libre albedrío", entonces se es o no se es. Ese es el momento de la verdad. Esa es la verdad. Dios existe y ya, no hay más que decir.

Como esta primera afirmación, escuché a otra persona que asistió a una conferencia impartida por un sacerdote, ella madre de familia y con hijos en una escuela reconocida, donde se justificaba por ejemplo, la intromisión de la cultura de los conquistadores en el continente americano, de cómo "todo ya estaba ahí", la resurrección, la vida después de la muerte, donde los misioneros sólo le cambiaron de nombre. Eso no es lo más representativo, sino que esta persona lo creía al pié de la letra y me contaba que eso lo debíamos saber todos, para entender el catolicismo en México...

No se si se trate de que todos necesitamos creer en algo, aferrarse a alguien o a algo, dícese dios, persona, ideología o puro miedo a la nada o a nuestra interna y más pura soledad, que se mantiene a lo largo de los siglos la tradición de creer. Pero tengo la impresión, de que se convierte en algo inconcebible, cuando ese algo en el que se cree, no se cuestiona, al menos, una vez en la vida.

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