Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

viernes, diciembre 31, 2004

Todos los días del año recuerdo a mi amá, no sólo el día que murió: el 30 de diciembre de 1992. Eso de todos los días es ineludible, ya sea cuando cocino algo, cuando estoy con los nenes o sin más ni más, me acuerdo de alguna u otra cosa que tenía que ver con ella. Si viviera quizá ya la habría atormentado con preguntas o mas bien, la tenía harta de cuestionamientos, de dudas, de búsqueda de explicaciones que nunca salieron del hoyo negro. Es mejor así, ni aclaradas las dudas, libre de atolladeros, un pájaro en vuelo, una estrella en el cielo. Eso es ella.

Mi amá vive, como todos los muertos, en la mente de quienes los recordamos y quizá la muerte verdadera llega, cuando se olvida o mueren los que recordaban al fallecido. La muerte es así, mal de la tierra, defecto del universo, el mayor misterio o la vida misma.

Sobre el post anterior, quiero decir que lo dejé a medias, pero ya lo terminaré en otra ocasión, porque de qué sirve mencionar que somos tantos de tantos, si no se dice pa'que o qué de qué.

Descanse en paz, Norma González Navarro.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos por el maremoto en Asia.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos en batalla por el cáncer.
Así sea.

Descansen en paz, los muertos por violencia física y moral.
Así sea.

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