Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

miércoles, septiembre 26, 2007

volviendo

Bueno, pues me doy la bienvenida de vuelta. Me da mucho gusto anunciar que por lo pronto tengo un trabajo, al menos un año más. Así que esto es una ganancia desde un punto de vista monetario. Por otra parte, no creo poder dar una explicación convincente de por qué no he escrito en este blog, lo que sí puedo hacer es realizar el ejercicio, con el fin de no oxidarme y sólo escribir para el trabajo.

Quiero decir que el mes anterior estuve cuatro días en la Ciudad de México, pero siempre la había visitado como turista. En esta ocasión que tuve que estar yendo a la UNAM, para lo de la inscripción del doctorado tutoral, sentí el rigor del estrés defeño. Para empezar me llovió porque era el tiempo del huracán Dean, así que me mojé toditita, los piés, las piernas, la cabeza, los brazos, la espalda. Compré un paraguas en Ciudad Universitaria, pero creo que ya había pasado lo peor. Así que inicié con una gripa y dolor de garganta.

Por otra parte, es la primera vez que me sentí una verdadera hormiga en el metro. Ya pues conocida la fuerza del volumen de las personas en metro Balderas, yo sólo apliqué la norma de empujar hasta llegar, sin dejar que me tocaran mucho, lo cual es como imposible, tratando de cuidar que no me robaran nada. De ahí tomar la línea verde hasta CU y cruzar el puente para entrar a la universidad. Además, como le tengo miedo a la altura, entre puentes, bajadas, subidas, pues traté de controlar los nervios.

En la UNAM hay que hacer filas para todo, per sendas filas, para comer, para sacar copias, para usar una computadora, etc. Quizá suene como una provinciana nueva en la ciudad, pero todo ello hace que se pierda muchísimo tiempo y no estoy acostumbrada a tanta aglomeración, por eso se dice que sólo se puede hacer una cosa en el día. Entre las cosas más chuscas que me pasaron, fue que comí junto con un estudiante de filosofía, que por mi forma de hablar me preguntó que de dónde era, al decir que de Tijuana, me dijo que yo era como el níño del comercial que se regresa a este lado de la frontera después que recogió una pelota de futbol del lado de Estados Unidos. Le comenté que yo nunca me había ido a Estados Unidos, sino que siempre había estado de ESTE lado. Me reí y comenté que pues el hecho de vivir en Tijuana no nos hace gringos. Pensé que este asunto ya era una cuestión irreal, pero no, subsiste.

En México (la ciudad) pues esta vez no disfruté mucho la estancia, pero espero que en las siguientes ocasiones tenga más tiempo de ir a otros lugares.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que tal Normita, desde el 2004 he estado muy atento a lo que escribes, pronto te escribiré algunas anécdotas.