Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

viernes, julio 01, 2005

El arte de la conversación es asiduo y estrepitoso en algunas personas, todas las palabras se utilizan en oraciones sin sentido que sólo desgastan la garganta y reflejan una mente dispersa. En otras personas en cambio, las palabras salen de la boca para comunicar las necesidades más apremiantes como tengo hambre, tengo sed y ¿me permites pasar por favor? Como los extremos quizá no existen y el equilibrio puede darse en una larga gama de posibilidades y de colores, habrá quien hable más y habrá quien casi nada, pero lo más difícil de todo esto es decir las palabras más adecuadas en los momentos definitivamente oportunos. Éste sería el equilibrio. Pero ¿quién no ofende alguna vez con comentarios estrepitosos, inciertos, alterados y en un momento impertinentes? o ¿quién no se ha quedado callado cuando debe decir algo?

Entre una cosa y la otra, la madurez y la sensatez del uso de palabras pertinentes hablará de la sabiduría de una persona. Hasta ahora, he conocido muy, pero muy pocas.

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