Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

martes, octubre 14, 2008



Pues se murió el Pocoyó. El Isaac soltó un llanto cuando su pez beta no se movía y nos dimos cuenta que su cabeza se encontraba boca abajo junto a las piedras. Tuve que sacarlo de la pecera y tirarlo en la bolsa de la basura. Así como una vez llegó a la casa, así se fue, quien sabe a qué hora del día feneció del viernes 10 de octubre. Abracé muy fuerte a Isaac y le dije que esas cosas pasan, que todos nos tenemos que morir y que ahora le había tocado al Pocoyó.

Ahora sólo queda el Aguamargo, pez de la Normita. A ver cuánto dura. Se me hace que esos peces ya estaban viejos cuando nos los vendieron. Pero en fin, no podemos saberlo. Tampoco si tuvo una vejez feliz, triste o simplemente gris.

1 comentario:

Ariadna dijo...

:(
mi mas sentido pesame
duele ver morir a un ser querido
no se que hare cuando mi enanito peludo y apestoso se me muera
:(
no quiero pensarlo!!!!!!!!!!
saludos achilangados