Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

domingo, febrero 06, 2011

Tripiando en Brasil


Una no puede generalizar un país a partir de cuatro días de haber estado en un solo lugar, en una ciudad o en un pueblo. Solo se puede hablar del mismo sobre una época del año específica y quizá todavía más, de las colonias o calles que caminaste, pero es todo.

En agosto del 2010 tuve la oportunidad de pisar tierras brasileñas, lugar de esos que pertenecía al área de mis sueños por hacer realidad. Fue un viaje Tijuana-San Diego-Dallas-Sao Paulo-Florianópolis. De Tijuana me llevaron en carro al aeropuerto de San Diego y de ahí inició la serie de tres aviones. Como tengo miedo a las alturas necesito hacer ejercicios de respiración cuando estoy en el avión y al cruzar los puentes entre éste y el edificio del aeropuerto. Tengo que armarme de valor y algo más para no tomar a las personas del brazo, aunque no las conozca. En general me cubro un lado de mi cara para no ver y de preferencia traigo una mochila para sentir un peso tal que me de equilibrio. Esta estrategia no me la enseñó nadie, sino que la he seguido por azar y me ha funcionado. El aeropuerto de Dallas es impresionante. Hay que bajar del avión y seguir unas escaleras que te llevarán a un monorriel que cruza todo el aeropuerto y tienes que ver en qué sala te bajarás para volver a bajar escaleras y llegar a la sala de espera del siguiente avión. O sea que a fuerza hay que tomar el monorriel. Me quise como morir, pero ni modo. Tomé aire y respiré profundo para bajar un poco el estrés y subirme. Por fin, llegué a la sala de espera de los vuelos a América del Sur. Ahí subí al primer avión que me ha tocado con la televisión en el asiento de enfrente. Vi como tres películas en portugués e inglés. Afortunadamente uno de los sobrecargos hablaba español y no tuve problemas con la comida (ni con mi café con leche). Igual hubiera chapurreado entre mi inglés de principiante y mi español en cámara lenta, para los de habla portuguesa, pero hubiera sido más difícil.

Al llegar a Sao Paulo tuve que hacer fila en la aduana, que duró bastante. Pero no pude evitar sentirme bien y reir de las caras de enfado que hacían los gringos ante la espera y la lentitud del servicio y claro, porque ellos tenían que pasarla. Por otro lado, de repente da tristeza ver a los mexicanos en otros países. Unas morras creidísimas con acento chilango iban adelante haciendo poses y unos fulanos también por el estilo.

No diré que Sao Paulo no me inspiró miedo. Llegué en domingo y estuve unas horas debido a lo siguiente: resulta que tenía que transbordar en avión del aeropuerto de Sao Paulo al de Campiñas, pero no lograba llegar a tiempo, ya que tenía que irme en un autobús que duraría como dos horas al parecer, y dada la hora a la que yo había arribado a la ciudad y cruzado por la aduana no alcanzaba el siguiente avión. Así que tuve que ir a averiguar lo del cambio de aeropuerto, para volar desde Sao Paulo y no irme a Campiñas. Me querían cobrar 200 dólares pero al final no hubo tal cobro y para hacer tiempo del siguiente vuelo hacia Florianópolis, me fui al centro de la ciudad. Dejé guardada la maleta ahí con una empleada que para mi impresión, se sentía muy buena. Ella estaba cantando, le coqueteaba a un gringo que no entendía nada en portugués y tenía aliento a alcohol. De ahí me fui en la búsqueda del camión. Los multifamiliares inmensos se agazapaban uno tras otro durante el camino. Me sorprendió verlos. Me pregunté cuál sería la densidad de población de la zona. Al llegar a la terminal de la plaza de la República, había un tianguis cultural. Ahí pude apreciar obras de diversos tipos y de artistas de la localidad, llenos de color, como se distingue en la tradición latinoamericana. Estuve caminando por ahí y por allá y supongo que debido a que era domingo no había mucho movimiento, en cambio algunas calles estaban solas con solo unos cuantos paseantes. Sentí miedo. Así que mejor me regresé rápido al acercarse la hora de la salida del camión.

Ya de regreso en el aeropuerto, no encontraba el lugar donde había dejado la maleta y mi referente era la muchacha con aliento a alcohol. Ya que un lugar es donde tomas el camión y otra donde te deja. Hasta que después de dar una vuelta lo encontré. Y va de nuez a trepar un avión. Ahí me encontré a dos estudiantes que iban al mismo evento que yo y no nos entendimos, no sé de dónde eran porque su portugués me parecía muy difícil.

Según yo había reservado un hotel en la isla de Florianópolis, pero como los intermediarios en el internet son muy mañosos, al final me tocó irme al “continente”, como lo mencionaban ahí. Entonces cruzamos por un puente grande y llegamos al hotel. Por lo que diario para ir a la universidad tenía que tomar un camión a la primera terminal de la  isla y otro de ahí a la universidad. La ciudad es pequeña y se ve mucha gente haciendo ejercicio. El lugar es vacacional y tiene uno de los mayores estándares de vida del Brasil, así que es limpio y caro.  Un día fui a una de las cien playas con unas argentinas que conocí en el hotel que fueron al mismo evento. Ellas viajaron como cerca de 20 horas desde la Pampa. En la playa Joaquina comimos mariscos muy ricos.


En el evento hubo muchísima gente, mexicanos no vi, al final conocí a una muchacha que me dio un teléfono mal, así que es como si no la hubiera conocido. Chilanga, por supuesto. Hubo buenas ponencias y malas, como en todo. Para mí fue difícil seguir algunas, pero en general entendia de qué se trataban. Lo que no me agrada de estos eventos es que no sabes a dónde ir, es un verdadero albur escoger las mesas, porque son demasiados temas y generalmente los que quieres son a la misma hora. Pero de ahí en fuera, "estuvo bien".

De regreso me revisaron toditito. En Dallas pasé por el escáner que te ve hasta la cesárea. Horribles gringos. Lo peor es que en Sao Paulo me solicitaban el boleto del avión de San Diego a Tijuana, porque yo no tenía dirección para llegar en San Diego. Tuve que estar explicando ese asunto como dos veces, entre mi español pausado e inglés mocho de principiante.

Me gustó mucho este viaje. Ojalá pueda volver a ir.

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