Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

miércoles, julio 28, 2004

Las buenas y malas noticias van y vienen. A veces la forma de reaccionar no es la adecuada, todo depende del estado de ánimo de quien reciba la noticia y de quien sea el comisionado para darla. Creo que todos hemos estado alguna vez en las dos situaciones, sin embargo, no es lo mismo dar que recibir una buena noticia. Pero es aun más la diferencia cuando se tiene que dar o recibir una mala. No es lo mismo decir: se murió alguien, que, se te murió alguien, o anunciar que no pasaste un examen a no pasarlo. En definitiva, no es lo mismo consolar que ser consolado. Si en algún momento habría que elegir entre ser el que levanta el auricular del teléfono para endulzar una mala noticia o ser quien lo toma cuando timbra para recibirla; no me atrevería a elegir ni la primera ni la segunda opción.

Hace tiempo que me da miedo contestar el teléfono, no puedo negar que los nervios me recorren el cuerpo y que sin pensarlo, me llevo las manos a mi boca. Igual contesto y trato de fingir que el control y la ecuanimidad son una cualidad que me distingue. Aunque a veces no se por cuánto tiempo más pueda lograrlo. Igual algún día se derramará el vaso. Espero no estar ahí para verlo.

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