Pero la realidad, como el dinosaurio del cuento de Monterroso,
está todavía allí: intacta, bueno, no precisamente intacta, rasguñada; esperando la develación.

Rosario Castellanos

miércoles, marzo 10, 2004

Me gusta la quietud en los barrios, vecindarios o calles. Aunque no vivo en uno con esa característica. Tijuana está cada vez más ruidosa y con un tráfico exhaustivo. De todas maneras, prefiero andar en carro que a pié debido al mal sistema de transporte. A mi escuela en carro me toma una hora de ida y otra de venida, a veces un poco más de venida dependiendo de tráfico. Lo anterior es porque vivo en no un complejo sino repleto habitacional fraccionado y revendido por la empresa URBI. En los taxis, calafias, camioncitos o burras, el tiempo a la escuela puede ascender a casi dos horas de ida y lo mismo de regreso. No obstante, quizá por el momento (y tres o cuatro meses más) tenga que utilizar este servicio por demás caro e ineficiente. No soy mecánica, sujeta epistemológicamente pertinente en carros, pero se que algo no muy bueno le pasó al motor. Mi carro se quedó tirado en Playas de Tijuana, ahí alcancé a llegar y estacionarlo. Espero siga ahí hasta que mi hermano posteriormente a sus múltiples ocupaciones pueda ir por él. Creo que mejor será llamar a la grúa.
No nacimos en carro, pero al menos en Tijuana ya no es un lujo (sobre todo si se trata de un carro modelo 1982), sino una herramienta que permite un mejor funcionamiento de la vida urbana.

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